El actual gobierno español está trabajando contrarreloj en una serie de reformas educativas que van a poner del revés el sistema tal como lo habíamos entendido. Todo eso se hace a partir de una serie de leyes que responden a ideales pedagógicos impuestos no se sabe bien por quién ni para qué. Expresiones muy bien pensantes como “inclusión” o “competencial” sirven para encubrir todo tipo de imposiciones ideológicas con las que al profesorado no se le permite estar en desacuerdo.
Una de ellas, la más grave de todas, es a mi juicio la que se pregona a bombo y platillo. Ayer mismo el diario El País explicaba que el nuevo modelo de Selectividad (prueba de acceso a la universidad) iba a dejar atrás los “contenidos” (https://elpais.com/educacion/2022-02-14/la-selectividad-se-sustituira-por-una-prueba-menos-basada-en-contenidos-parecida-a-los-examenes-de-pisa.html). Es una remodelación coherente, es cierto, con la serie de cambios que se llevan incorporando al sistema desde la LOGSE.
¿Pero qué significa eliminar “contenidos”? ¿Qué quiere decir esa expresión? Desde luego, se trata de volver “al trigo” de las reiterativas competencias, sí. Pero esas “competencias”, que son habilidades supuestamente imprescindibles para el ciudadano contemporáneo, ¿por qué no han de incluir la adquisición de contenidos? ¿No estamos, en el fondo, presenciando la batalla que nuestras instituciones están librando contra la memoria en la educación?
Y en efecto, así parece que ocurre. Explicaba Bradbury, a través de los personajes de su novela Fahrenheit 451,que para que desaparecieran los libros en su ficción distópica no habían hecho falta ni prohibiciones ni persecuciones. Esa solo había sido, más bien, la consecuencia de la transformación de la sociedad. Lo que había ocurrido, en un primer momento, había sido el progresivo olvido, la marginación, de toda esa cultura que nuestra civilización había estado cuidando durante milenios. De hecho, el final de la novela es muy esclarecedor: la “resistencia” de esta iletrada sociedad no hace otra cosa más que memorizar. Los seres humanos, como memoria viva de su cultura, se convierten en ejemplares de la disidencia política en la distopía de Bradbury. Y en nuestros tiempos también. Si no hay contenidos, no hay memoria. Sin memoria, el conocimiento no es posible. Nos queda la información como único medio de mantenernos en contacto con las razones que responden a la dirección de nuestro mundo, con las élites políticas y económicas. Nos queda la información, cuya estructura en tanto que medio de la comunicación prioriza su utilidad para la manipulación de los sujetos a los que va dirigida (https://fh.mdp.edu.ar/revistas/index.php/etl/article/view/3136). Información, forma, frente a conocimiento, contenidos. El objetivo de una ley como la que se impone no puede ser otro más que el de “informar” a sujetos enteramente manipulables.
Este texto fue publicado originalmente el 15 de febrero de 2022 en https://alfonsograciablog.wordpress.com/2022/02/15/la-eliminacion-de-los-contenidos-en-educacion/